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TEMA 1. FACTORES DEL PROCESO DE ROMANIZACIÓN.
El proceso de implantación del poderío romano en Hispania
fue muy largo y respondió a dos objetivos: la derrota de los cartagineses y la
explotación económica del territorio posteriormente.
La conquista romana de la Península Ibérica.
Tuvo lugar de manera paulatina desde finales del siglo III
a.C hasta finales del siglo I a.C. La causa más inmediata de esta conquista fue
la necesidad de frenar a los cartagineses, instalados en el sur y el levante
peninsular. Aníbal, actuando de manera acorde al pacto del Ebro, se lanzó a la
conquista de Sagunto (ciudad aliada de Roma), que al encontrarse por debajo de
dicho río correspondía a los cartagineses. Esto desencadenó la Segunda Guerra Púnica. El
resultado final fue la victoria romana
gracias a la dirección de los Escipión (Plubio y Cneo) y la conquista sucesiva
de los territorios cartagineses peninsulares como Sagunto y Cartago Nova,
además de victorias como las de Baécula e Ilipa. Tras el pacto con la ciudad de
Gades acabó la dominación cartaginesa. Sin embargo, los romanos hallaron
posteriormente una férrea resistencia en los pueblos meseteños, que
consiguieron retrasar su conquista hasta finales del siglo II a.C. Dicho
retraso fue posible gracias al empleo de la guerra de guerrillas (por parte de
los lusitanos al mando de Viriato) y a la mentalidad proteccionista
(especialmente de los celtíberos, que consiguieron defender una de sus
ciudades, Numantia, durante diez
años). Por último, los romanos, dirigidos por Augusto y Agripa, dominaron las
Baleares y tras llevar a cabo las
Guerras Cántabras (finales del siglo I a.C) consiguieron doblegar al fin a
cántabros, astures y vascones y dejar parte de las legiones en dichas tierras
para vigilarlas.
El proceso de romanización.
La romanización es el proceso de conversión de los nativos
de la Península Ibérica
a las ideas, modos de organización político-sociales, las costumbres y las
formas culturales romanas. Este proceso tuvo una mayor importancia en el sur y
este de la península puesto que esos pueblos ya habían estado sometidos a
diferentes colonizadores (griegos, fenicios, cartagineses, etc.)
Los agentes de romanización fueron: la difusión del latín, la
construcción de obras públicas y vías de comunicación, el establecimiento de
soldados y civiles romanos en la península (por la política colonizadora de
Julio Cesar y Augusto) y la concesión de la ciudadanía latina y romana a los
nativos libres (por parte de Vespasiano y Caracalla respectivamente).
Para la organización político-administrativa se dividió el
terreno en diferentes provincias. Éstas estaban gobernadas por un pretor y un concilium (o asamblea) que le asesoraba
y fiscalizaba. En el siglo II a.C había dos provincias: citerior (levante) y ulterior
(sur). Posteriormente, con Augusto, éstas dieron lugar a Tarraconense,
Bética y Lusitania. En el siglo III d.C se constituyó una nueva provincia, la Gallaecia (con
Caracalla) y con Diocleciano se le añadió la Cartaginense. Para
el siglo V, Hispania se componía de siete provincias con la creación de la Baleárica y la Mauritania Tingitana.
Las provincias se subdividieron a su vez en Conventus Iuridicus, que tenían sus
propias sedes en las ciudades más significativas. Todas ellas en conjunto
dieron lugar a la Diócesis Hispánica.
Al principio las ciudades nativas fueron clasificadas en
estipendarias (que pagaban un tributo a Roma debido a su resistencia armada) y
federadas (las que no debido a la firma de algún tipo de pacto de rendición).
De este modo, las ciudades fueron el principal foco de la romanización. En ese
momento surgieron otros nuevos núcleos urbanos como Emérita Augusta, Itálica o
Tarraco que copiaron la estructura de
Roma, distribuyendo la ciudad en torno a
un foro atravesado por una vía norte-sur (cardo) y este-oeste (decumano). Un curia o consejo se hacía cargo del
gobierno local y los magistrados presidían las asamblea a de la ciudad.
En cuanto a la cultura, se impuso el latín como lengua
oficial, se crearon las escuelas públicas y se aplicó el derecho romano.
En la época hubo una amalgama respecto a las creencias
religiosas (dioses del panteón, cristianismo, cultos orientales, al emperador,
etc.)
Los romanos realizaron numerosas obras públicas (murallas,
acueductos, templos, teatros, anfiteatros…) y vías romanas en Hispania (para
favorecer el comercio), además de esculturas y mosaicos.
Roma supo aprovechar los grandes recursos económicos
hispanos para abastecerse. Respecto a estas actividades destacan la agricultura
con el cultivo de la tríada mediterránea (trigo, vid y olivo); la ganadería
ovina principalmente; las actividades pesqueras; la instalación de la industria
de salazones (para hacer garum) y la explotación minera utilizando a los
esclavos (en zonas como el río Tinto o las Médulas de León). También obtuvo un
gran desarrollo la artesanía (orfebrería, cerámica, esparto, vidrio y
mosaicos), fomentando así el uso de la moneda en los intercambios con el
exterior. El comercio enriqueció a algunos individuos indígenas originándose
hombres libres (terratenientes, campesinos, libertos, artesanos…) y esclavos
(que no gozaban de ningún tipo de derechos y pasaban la situación a su
descendencia).
A la muerte de Alejandro el Severo en el 235 d.C se desató
la crisis del siglo III, un periodo caracterizado por las guerras civiles y la
anarquía. En él, los pueblos bárbaros (pueblos asentados más allá de las
fronteras del imperio romano) fueron avanzando hacia el sur en busca de un
mejor clima y alimentos. Los emperadores lo permitieron con la condición de que
actuaran como colonos y vigilaran las fronteras. Sin embargo, esta invasión
pacífica acabó cuando Atila, rey de los hunos comenzó a atacar a los pueblos
germanos, que en busca de refugio se metieron masivamente en el imperio romano
de occidente. Tras el asentamiento de los pueblos germanos y debido a la crisis
que se arrastraba desde el siglo III la autoridad imperial fue reduciéndose. En
el 476 d.C el imperio romano de occidente se fragmentó en una multitud de
pequeños reinos gobernados por reyes germánicos. En Hispania se asentaron en la Gallaecia los suevos, en
la Bética los
vándalos y en la Lusitania
y la Cartaginensis
los alanos. Antes del 476, los visigodos pactaron con los romanos para expulsar
a todos estos pueblos excepto a los suevos.
A mediados del siglo VI el emperador bizantino Justiniano
trató de recuperar el imperio romano de occidente y se estableció en el sur
peninsular para intervenir en la guerra civil entre dos pretendientes al trono
visigodo.
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